Autor: Jess GR
Temática: General
Descripción: Prólogo Oscar Acabo de meter la última prenda de ropa en la maleta cuando la puerta de mi habitación se abre de golpe. Giro la cabeza, apenas un segundo, antes de regresar a mi tarea. —¿Cómo estás? —pregunto sin mirarla, aunque la escucho acercarse. —Sobreviviré. Empiezo a acostumbrarme a que me rompan la nariz cada poco tiempo —su voz suena nasal, y al echar un nuevo vistazo en su dirección me doy cuenta del gran apósito que cubre parte de su rostro. —Tal vez deberías pensar dos veces antes de amenazar a un niño frente a su madre —farfullo, y termino de cerrar la maleta. —Entonces es cierto… —escucho a Luna suspirar, y tras bajar la maleta al suelo, tomo una respiración profunda y me atrevo a mirarla—. Te vas. — Asiento con la cabeza, aunque sé que no era una pregunta. Su pelo oscuro y corto le cae sobre un ojo y se lo aparta con un golpe de cabeza. Hace una mueca con los labios, seguramente por el movimiento brusco, y resopla con fuerza. —Tengo que ayudar a Angy. Ella y Alex se quedaron en la finca para salvarnos el culo. Se lo debemos. —Yo no le debo una mierda —sisea entre dientes, y sus ojos azules se clavan en los míos—. Tú tampoco. Ella misma se ha buscado esto. No se jode con los Urriaga.
Autor: Jess GR
Temática: General
Descripción: ―Hay algo que tengo que contaros ―empieza Zarco. Mira de reojo a Bailey y bufa con fuerza―. En realidad, es mi mujer la que va a decíroslo, ya que ella es quien nos ha metido en este lío. Bailey chasquea la lengua, contrariada, y alza la barbilla de manera desafiante. Contengo una sonrisa. Me encanta cuando hace eso, es un gesto tan suyo… Aún recuerdo la primera vez que la vi. Su belleza y valentía me desarmaron por completo, sin embargo, con el pasar del tiempo pude llegar a conocerla de verdad, y eso fue mi verdadera perdición. He intentado sacarla de mi cabeza, pero no soy capaz. Sé que esto que siento por Bailey está mal. Ella ama a Zarco. Están hechos el uno para el otro, y yo…. Yo solo soy el idiota que no deja de fantasear con la mujer de su mejor amigo. Es patético, y peligroso también. He jurado lealtad a nuestro líder, llevo un tatuaje en mi pecho que lo demuestra, y si él se entera de lo que siento, si sabe que no puedo dejar de pensar en su mujer… Me matará, y con toda la razón. ―Bien, el asunto es el siguiente. ―Bailey carraspea y se pone en pie. Recibo una patada por debajo de la mesa y frunzo el ceño. Busco a quien me ha golpeado y descubro a Alex mirándome de reojo y sonriendo de manera burlona. El miedo me invade. Lo sabe. Se ha dado cuenta de la forma en la que estaba mirando a Bailey. Ella sigue hablando, sin embargo, no soy capaz de prestar atención a lo que dice. ¿Qué voy a hacer ahora? Alex se lo contará a Zarco y… ¡Mierda, estoy muerto! Peor aún, todo el mundo sabrá que soy un traidor. ―No ―dice Alex. Sacudo la cabeza para centrarme en la conversación―. No voy a hacerlo. Zarco resopla de nuevo y se inclina hacia delante para mirar a su hermano con fijeza. Creo que me he perdido algo. ―No te estoy preguntando, Alex. Alguien tiene que casarse con la hermana de Zakharov y tú has sido el elegido. ¿Para eso es la reunión? Sé que el ruso solo accedió a ayudarnos a acabar con el cártel de Sonora a cambio de que alguno de nosotros se casara con su hermana. Jamás entenderé todo el tema de los matrimonios arreglados. Es algo muy común en la mafia rusa e italiana, pero nosotros no actuamos así. En los cárteles, la palabra es lo más importante. «Honor y respeto», esa es nuestra carta de presentación. ―Me importa una mierda el acuerdo que hayas hecho. No voy a casarme ―replica Alex.
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Autor: Jess GR
Temática: General
Descripción: ―Sé que ya están trabajando en tu ascenso a teniente y, como oficial, no tendrás que regresar al frente si no lo deseas. Con lo que hiciste, ya has cumplido con tu deber en el frente, sargento. Mi padre, el general, sigue hablando mientras yo me pierdo en mis propios pensamientos. No tendré que volver a ese infierno, esquivando balas y viendo a mis amigos y compañeros morir. Mi trabajo consiste en salvar vidas, eso es lo que hace un médico de combate, pero yo… Sacudo la cabeza para borrar la imagen de todos esos cadáveres postrados a mis pies. «No hay nada». ―¿Ocurre algo, sargento? ―inquiere mi padre. Bajo la mirada a mis manos, unas manos que parecen pulcras, pero están manchadas de sangre. «No volverás a matar», resuena en mi cabeza. Tomo una bocanada profunda y alzo la cabeza despacio. ―Lo dejo ―digo con seguridad. ―¿Cómo dices? ―El general estrecha su mirada sobre mí, frunciendo el ceño. ―He terminado aquí, general. Quiero dejar el Ejército. ―Tienes que estar bromeando ―masculla―. ¡Mía, ¿te has vuelto loca?! Van a ascenderte. Tu carrera militar acaba de empezar de verdad. Me pongo en pie sin esperar a que me dé permiso, y tras quitarme la medalla, la lanzo sobre su mesa. ―Puedes quedártela si tanto te gusta, papá. Tú lo has dicho, he cumplido con mi deber con esta nación y ahora decidiré yo misma cómo vivir el resto de mis días. Doy media vuelta y me dirijo a la salida, sin embargo, antes de que pueda abrir la puerta, escucho su voz a mi espalda. ―Si te vas ahora, no volveré a reconocerte como mi hija. Será como si hubieses muerto en esa emboscada. Me giro a medias y dejo que una de mis comisuras se eleve apenas un par de centímetros. «No hay nada». ―Hace mucho que dejé de ser hija tuya. Adiós, general. ―Tiro de la manilla y salgo del despacho con una sonrisa.
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